Minimizar en origen significa modificar pautas del sistema productivo para reducir sus efectos ambientales y mejorar la gestión posterior de los purines.
Los objetivos son los de reducir o minimizar:
- El consumo de agua y el caudal de los purines producidos,
- El contenido en nutrientes y metales pesados de los purines,
- Las emisiones de gases de efecto invernadero, amoníaco y compuestos orgánicos volátiles (COV).
Consumo de agua
Reducir el consumo de agua, con un mejor control de bebederos, evitando pérdidas o modificando la alimentación, o realizar limpiezas con agua a alta presión, o evitar que las aguas pluviales vayan a la balsa, reduce el volumen de los purines y, por tanto, reduce el volumen de almacenamiento y el coste de transporte de los purines hasta su aplicación agrícola.
Reducir nutrientes y metales pesados
El flujo de nutrientes que son evacuados hacia los purines, especialmente el nitrógeno, se puede reducir utilizando proteínas más digestibles y adecuando las dosis y composición de la alimentación a las necesidades de los animales según su edad. El uso de fitasas, para hacer al fósforo asimilable para los animales, permite reducir el fósforo que se pierde. Diversas acciones de modificación de la alimentación han de permitir un mayor rendimiento en la asimilación de los nutrientes y, por tanto, menores pérdidas hacia los purines. Al fin, todo lo que se pierde durante la alimentación va a parar a los purines, ya sea pienso por digerir o el pienso digerido, que son las excretas. Aumentar el rendimiento de la transformación en carne implica reducir la masa de nutrientes en los purines, lo cual se traduce en una menor necesidad de superficie agrícola para la fertilización.
La presencia de metales pesados en los purines, especialmente cobre (Cu) y, sobretodo, zinc (Zn), reduce el valor económico de los subproductos que se pueden obtener de los purines, ya sean concentrados o como compost de la fracción sólida. Reducir Cu y Zn en las dieta puede tener un efecto económico positivo en la valorización de los purines, y sus subproductos, como fertilizantes.
El nitrógeno en los purines procede principalmente del nitrógeno orgánico de las proteínas y aminoácidos que no se han asimilado y del nitrógeno mineral, mayoritariamente en forma de urea en la orina. Esta urea se descompone rápidamente en los purines durante las primeras horas y pasa a nitrógeno amoniacal (NH4+). La forma ionizada del nitrógeno amoniacal no es volátil, pero está en equilibrio en el medio líquido con el amoníaco (NH3), que es un gas y por tanto escapará hacia la atmosfera.
Si el pH es alto o la temperatura sube, el equilibrio se desplaza hacia la derecha, formándose NH3, que tenderá a volatilizarse. En caso contrario, pH bajo (ácido) o temperatura baja, el equilibrio se desplaza a la izquierda y el nitrógeno amoniacal permanece soluble en los purines. Este equilibrio químico es importante, porque indica que conforme la temperatura en el interior de las naves es confortable, es muy probable que el nitrógeno se pierda hacia la atmosfera en forma de amoníaco, que respiraran los animales.
Emisiones de gases
De la misma manera que el nitrógeno amoniacal, diferentes compuestos orgánicos resultado de la descomposición de los purines también se volatilizan (COV) y pasan a la atmosfera, algunos de ellos también dependientes del pH y temperatura. Está documentado que retirar los purines de los pozos bajo el emparrillado a la mayor brevedad posible, para evitar la descomposición a formas volátiles de muchos compuestos, se traduce en una mejora de la calidad del aire en las naves, una reducción de la mortalidad e incrementos en el aumento diario de peso de los animales, en las tasas de conversión y en las ventas de peso vivo. También se ha observado una reducción en el consumo de antibióticos. Esto ilustra la necesidad de cuantificar el impacto positivo que una buena gestión de los purines puede tener en el esquema productivo de las granjas, en lugar de considerar la gestión ambiental sólo como un coste.
Cuando se almacenan los purines bajo el emparrillado, a los pocos días se crea un ambiente anaerobio que favorece el crecimiento de bacterias que producen metano (CH4), un gas que tiene un efecto invernadero 25 veces superior al anhídrido carbónico (CO2). En este caso, al igual que para el amoníaco y otros compuestos volátiles, lo mejor es retirar los purines a la mayor brevedad, cada 24 horas, y aún mejor cada 12 horas si es posible, hacia una balsa exterior cubierta. Cubrir la balsa exterior tiene un efecto inmediato en la reducción de las emisiones de amoníaco y de otros gases que producen mal olor, pero sólo reduce las emisiones de metano si el gas es recogido para su uso energético o quemado en una antorcha.
Uno de los gases que se emiten es sulfuro de hidrógeno (H2S), gas tóxico y con olor desagradable, resultado de la transformación en medio anaerobio del azufre contenido en algunos aminoácidos y, sobretodo, del procedente de aquellos que se dosifican en forma de sulfato (sulfato de lisina, por ejemplo). La presencia de estos sulfatos en los purines crea, además, problemas en sistemas de producción de biogás. Tanto para reducir emisiones de H2S en las naves como para evitar problemas en sistemas posteriores de procesado de purines, es conveniente utilizar aminoácidos en su forma anhidra.
Para valorar todas las acciones anteriores es necesario medir, para saber los caudales y las concentraciones, y programar el seguimiento de todas las variables a lo largo del tiempo. Hay que tener en cuenta que las características de los purines son muy variables y dependen de diferentes factores: tipología de la granja o estado fisiológico de los animales (engorde, madres reproductoras, transición, ciclo cerrado,…), formulación del pienso, tipo de alimentación (seca húmeda), sistema de almacenamiento, edad de los purines (tiempo transcurrido desde su generación), época del año (evaporación, frecuencia de vaciado de la balsa de purines,…) y manejo del agua (pluviales, tipo de limpieza, estado de los bebederos,…).
Fuente: www.3tres3.com